Infoxicación e hipocondría
En los días del coronavirus, del encierro en casa y del enganche máximo a internet, las redes sociales y al contacto virtual con nuestros semejantes, nos volvemos a encontrar con las peores consecuencias de los nuevos modelos de comunicación actuales.
La democratización de la información, entendida como la bendita posibilidad de que cualquier persona, con medios mínimos, pueda llegar con su mensaje a millones, se nos vuelve en contra por la sobreexplotación del medio, las técnicas de manipulación y la baja cualificación de la mayoría frente a estas nuevas formas de enterarnos de las cosas que pasan.
Enterrado ya el modelo preinternet, en el que los medios clásicos (radio, prensa y televisión) llenaban la verdad en nuestras vidas, pasamos al periodista ciudadano del que hablamos en Vecino 2.0, que con su twitter nos contó la primavera árabe o que con Wikileaks puso en jaque a los Estados Unidos, enseñando sus vergüenzas, por poner un par de ejemplos.
Todos llevamos un periodista dentro, además de un seleccionador, que sacamos a la luz en cuanto podemos filmar un vídeo o sacar una foto dignos de ser noticia, a nuestro entender. No hay más gozo que ser el reportero de balcón, que hace zoom a la intervención policial frente al running desobediente de estos días, intentando que la regañina de la vecina del segundo quede registrada con buen sonido.
Pero dentro de este escenario, como en el periodismo real, existen los copia-pega, los que no contrastan y los que, simplemente, buscan la fama despreciando la profesión. Ser el primero en contar la más gorda, eso es lo más; y empezamos a compartir todo lo que nos llega, sin verificar y, muchas veces, sin abrir. Nos quedamos con el titular, obviando la fuente, el contenido y la certidumbre.
Tanto el emisor como el receptor cometen el mismo error: no comprobar la veracidad.
Sobretodo antes de compartirlo y/o creérselo.
Hablamos de las tan manidas fake news, tan fáciles de evaluar por el mismo que las recibe y con el mismo medio por el que las recibe, su móvil, como fáciles de manipular incluso en la fábrica oficial de contraste en español: Newtral.
Newtral, cuya cara visible es la periodista Ana Pastor, emana de la más conocida Maldita Hemeroteca y sus variantes, y ha sido designada por Facebook para controlar las noticias falsas en su red para el mercado hispanohablante. De su control, de su criterio, se derivará una especie de censura de contenidos en Facebook e Instagram. Y claro, con una nítida vinculación con la Sexta las dudas sobre su independencia circulan constantemente, dejando una pregunta en el aire: ¿quién controla al controlador?
Pero volviendo al tema del coronavirus, les quiero pedir un favor. Con independencia del esfuerzo que dediquen a no difundir noticias falsas sobre otros asuntos, necesitamos que tengan un especial cuidado al compartir información sobre el covid 19.
Pienso en amigos y familiares que, sin virus pandémico pululando, ya lo pasaban mal con su hipocondría: cuidados, temores y medidas de seguridad extremas, que les hacían perderse gran parte de esta vida maravillosa.
Ahora si les sumamos la otra pandemia, la de la infoxicación, a cada fake new nueva que les cae en el móvil sobre el coronavirus, los imagino fumigando ventanas, quemando ropa o plastificando hasta las manzanas.
#infoxicación #fakenews #coronavirus
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