WhatsApp, habilidades sociales



Una de mis canciones preferidas de Shakira es ‘No’, donde la artista colombiana deja dos versos reclamando a su interlocutor una comunicación justa:

No hables en plural
La retórica es tu arma más letal

Y es que la aplicación de la asertividad entraría dentro de las habilidades sociales que, aprendidas de forma natural o enseñadas, debemos aplicar en todos los contextos. Una de tantas que, según estudios recientes, empiezan a perderse con el uso abusivo de las redes sociales. Principalmente por dependencia, parece que nos adaptamos a relacionarnos en el mundo virtual y dejamos de ser seres sociales ‘en carne’.
Podríamos haber citado esta dependencia en el artículo que le dedicamos al amor y al flirteo, ‘Amor en tiempos del coronavirus’, describiendo algo que ya ocurría a finales de los noventa, y es que muchos no sabían ligar sin tener un teclado delante.

Estas habilidades se están poniendo a prueba en estos días, con la imposición del estado de alarma y el confinamiento. Tanto para los que teletrabajan, como para los que empiezan a sustituir muchas reuniones por grupos de WhatsApp, el escenario laboral se ha comprimido a su pantalla de seis pulgadas, a lo sumo. Algunos podrían pensar que estaban preparados, antes de todo esto ya participaban en miles de grupos, desde el del equipo de fútbol al de la clase de la niña, pasando por el de la familia. Pero ninguno de ellos, con sus risas y sus pelas, es comparable a un grupo serio de trabajo con la presencia de tu jefe, el pelota, el cara, la que te gusta, el que te odia, etc.

Debemos adaptarnos a este nuevo contexto, esa nueva forma de trabajar y comunicarnos, olvidando desde el inicio la informalidad del medio y actuando desde la responsabilidad y la eficiencia, es decir, más bien calladitos. Si te toca ser jefe, administrador o moderador, lo importante es dejar las normas claras desde el principio, ser flexible, pero no bajar la guardia. Por el bien del colectivo y del objetivo común; más vale un grupo de WhastApp que nada, o que tener que ir a la oficina.

Dentro de la adaptación, es inevitable recordar algunos aspectos clásicos de la comunicación escrita en chats.

Por ejemplo, el efecto gran hermano: todo se magnifica. Es evidente que un ‘¡hijueputa!’ a la cara con una sonrisa no duele, pero soltado así en el grupo, delante de todos, por mucho emoticono que ponga tu interlocutor, toca las narices. Al menos se acumula multiplicado por cuatro respecto al clásico y añorado en la máquina de café. Hasta una respuesta demasiado escueta, un ‘no’ por ejemplo, puede dejarte un runrún durante días; por no hablar de un cambio de tema radical ante una cuestión planteada por nosotros, evidencia de que oculta algo o nos evita, ¿no? ‘El caso es que lo ha leído el muy hijueputa.’ Y es que el tono de la conversación es subjetivo.




Flecos sueltos aumentativos de la comunicación, que ahora es el trabajo y no es eludible. Por mucho que algunos piensen que sí, que se pueden salir del grupo porque no es el conducto reglamentario, y seguir con sus vidas. Amigo lector, si es de esos debe entrar de todas todas en el siglo XXI y abrazar las ventajas del teletrabajo, también sus inconvenientes.

Seguramente que, como todo en este montaje virtual que a veces nombramos adjuntando el típico ‘2.0’, sea un reflejo de la vida real, aunque algo distorsionado. En lo que no hay diferencia es en la necesidad de liderato. El jefe que lleve bien al grupo en la sala, lo hará en el WhatsApp. Establecerá una comunicación justa basada en reglas, pero también en emociones, y conseguirá el objetivo de todos aunque deba priorizar el del proyecto o empresa.


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